Extracto del libro «L’SPECULO DE 1764, Una aproximació documental al Montornès medieval» publicado en 2014 por Alberto Reche Ontillera, autor premiado en 2010 con el premio Montornés de investigación histórica
…La vida en las villas de los siglos IX y X era muy diferente a la de las villas romanas y de la Antigüedad Tardana 1. Para empezar el concepto se había reconvertido durante la Antigüedad Tardana para albergar una nueva realidad. La villa altomedieval hacía referencia a una comunidad de campesinos más que al tipo de explotación clásica romana. El término de la villa reunía las diferentes poblaciones más o menos dispersas que vivían entorno al mismo espacio y que compartían los elementos productivos, como los prados, los bosques y las tierras cultivadas. No hace falta ver en este esquema el esquema de una sociedad idílica, sino tan sólo una forma de organización que potenciaba la toma común de las decisiones que afectaban a la villa. Por lo que se puede extraer de la documentación, parece que estas pequeñas villas gestionaban los espacios agrícolas de manera más o menos común —entre la comunidad las tierras comunes, dentro de la familia extensa las tierras familiares— y existía, al parecer, poca diferenciación social entre los vecinos. Las franquezas conseguidas jugaban también a favor de este hecho, ya que extendían una noción de comunidad unida frente al poder público y, más adelante, contra los intentos de señorialización de las villas, que chocaban frontalmente con los intereses del campesinado libre.
A nivel familiar, la situación era similar. La estructura de las familias y las fórmulas de herencia contribuían a generar el uso mancomunado de bienes y propiedades. Una característica que encontramos ya en la ley visigoda. Ésta indicaba que la herencia debía repartirse igualitariamente entre hijos e hijas (ut sorores cum fratribus equaliter in parentum hereditatem succedant) y la práctica derivaba fácilmente en formas de coheredamiento entre hermanos. La documentación de la época nos habla con frecuencia de propiedades —tanto campos y huertos como casas— gestionadas conjuntamente entre hermanos o explotadas en indiviso que remiten a esta situación.
La historia de los siglos X y XI en el Vallès Oriental es la crónica de la destrucción de este mundo y su sustitución por las nuevas formas que a veces llamamos feudalismo, a veces economía señorial. Al final del proceso, nos encontraremos con una situación muy diferente a la de estas comunidades campesinas, más o menos libres, en las que el feudalismo no será tanto el punto de partida como el de llegada.
A mediados del siglo X habrá un cambio que afectará de manera fundamental a la estructura económica y social de las villas vallesanas: el paso del heredamiento conjunto a formas de heredamiento partido. Es decir, el hecho de que la herencia se reparta a título individual entre sus hijos en vez de quedar como un bien administrado por todos ellos de forma conjunta. El patrimonio familiar, antes entendido de forma extensa, tuvo entonces vía libre para fragmentarse de mil y una formas distintas, la no más infrecuente de las cuales la atracción hacia instituciones eclesiásticas, en forma de donación. Es muy significativo que el proceso de creación de las familias conyugales vaya de la mano del aumento de donaciones de tierras y bienes a la Iglesia 2.
Pero el tema no se agota aquí. El desmenuzamiento progresivo de la propiedad común llevará a un crecimiento espectacular de la compraventa de tierras a finales del siglo X. Una suerte de estallido económico surgido de la activación del mercado del suelo agrícola y ganadero. Cada heredero y heredera podía, ahora, disponer de su parte del patrimonio familiar de forma independiente del resto de hermanos y formar, por tanto, un núcleo familiar propio. El mercado de tierras se presenta con una flexibilidad y movilidad sin precedentes. Por todas partes aparecen donaciones, permutas y ventas y en la documentación se citan a menudo las tierras obtenidas por comparationem (por compra). También, como hemos dicho, las donaciones a iglesias y monasterios se vuelven frecuentes, en busca de la protección espiritual y, sobre todo, temporal que estas instituciones podían ofrecer.
La circulación de tierras provocó su acumulación y con ella se hicieron más evidentes las diferencias sociales en las villas. Estas diferencias habían permanecido hasta entonces fuera de la ecuación en la mayor parte de poblaciones, donde el carácter grupal de las decisiones y la puesta en común de parte de los instrumentos productivos de la villa habían desdibujado en buena medida las formas de preeminencia más allá de aquellas que tenían que ver con la edad o la experiencia o las que se circunscribían en las villas más grandes o en las controladas por el conde o algún señor…
- La Antigüedad Tardana es el período entre la Alta Edad Media y la Antigüedad Clásica, con unas características propias que la aleja de ser una mera época de transición. El concepto lo introdujo en 1989 Peter Brown en The World of Late Antiquity: de Marcus Aurelius to Muhammvad, obra recientemente reeditada en castellano (BROWN, Peter, El mundo de la Antigüedad Tardía. Madrid, Gredos, 2012). Sobre el período, también es interesante por contrapuesto, CAMERON, Averil, El Mundo mediterráneo en la Antigüedad Tardía. Barcelona, Crítica, 1998.… ↩︎
- VILAGINÉS, Jaume, El paisaje…, p. 57. ↩︎
Descarga el libro: Link de descarga (cortesía de https://reconstruirelcomunal.suportmutu.org)